Tenía 15 años cuando le dijeron en una peluquería que podía ser modelo. Pero Andrea no se creyó el cuento al principio, le pareció una locura: pensaba que una niña casera como ella, de colegio de monjas, de las que nunca se copiaban, no se destacaría en sesiones de fotos y desfiles.
Un día, sin embargo, le pudo la curiosidad y se le midió a probarse en un par de agencias, donde quedaron descrestados con ella. Cómo no, si es una de esas mujeres con las que los hombres nos volvemos locos. Y, digámonos la verdad, quién no quiere verla, aunque sea, en un comercial.