En mi casa, el sexo siempre se nos mostró como un “pecado”. Me decían que la desnudez era vulgar, prohibida y espantosa. Así yo lo vi también hasta los 13 años, cuando una mañana, mientras tendía la cama de mi hermano, encontré una revista porno debajo del colchón. Lo que vi eran imágenes de unas mujeres muy lindas y unos hombres superdotados con unos cuerpos que ni en mis sueños imaginaba, en unas posiciones sexuales explícitas pero divinas para mí. Desde entonces comencé a ver la desnudez y el sexo como algo hermoso y me preguntaba por qué mi mamá decía que era algo feo. Y si Dios lo castiga, ¿ella por qué se acuesta con mi papá? Todas las mañanas me robaba la revista y la miraba, y cada vez me enamoraba más de lo que veía. Y pensé que mi sueño era salir en una publicación así. Claro que yo en esa época me sentía como el patito feo de la familia, así que en el fondo pensaba que no lo iba a lograr, pero aquí me tienen totalmente encuerada. No fue sino hasta los 19 años cuando un amigo me enseñó el primer video porno. Yo no tenía ni idea de que aparte de la fotografía también había filmes sexuales, y fue él quien me abrió las puertas de este mundo prohibido sin saber que esa industria era una fantasía y un sueño para mí.